Todos los grandes libros son la historia de un viaje. Este trata de un niño y del descubrimiento de la identidad.
Damos por sentado que las relaciones entre los cuidadores y sus hijos son algo que surgen naturalmente cuando, en realidad, son un descubrimiento, al menos en las historias que se recuerdan con alegre nostalgia cuando se narran y que valen la pena.
Nadie espera un niño neurodivergente en su vida. En las ensoñaciones maternas y paternas, durante el embarazo, viene a la mente el modelo que se nos ha enseñado a esperar, el de un niño “normal”, neurotípico. Nadie (o casi nadie) desea un niño autista. Se nos ha mostrado que lo diferente es algo malo, terrible, que el autismo es una enfermedad o un trastorno. ¿Quién podría desear algo así?
El paradigma de la neurodiversidad nos enseña que todos tenemos cerebros diferentes pero hay grupos que son más parecidos entre sí. Al tipo de cerebro mayoritario lo llamamos “neurotípico” y los demás constituyen neurominorías donde se encuentran el autismo, el TDAH, la dislexia, etc. Todos los tipos de cerebro son deseables como en nuestra biodiversidad cada especie cumple un papel en el ecosistema. Una abeja no es más importante que un ser humano, sin ellas la mayoría de cultivos en el mundo desaparecerían. Un neurotípico no es más importante que un autista, sin el tipo de mente autista muchas creaciones humanas no existirían. Sin embargo, vivimos en una sociedad de fuerte prejuicio y discriminación (capacitismo), por ello, el nacimiento de un niño autista llevará a los cuidadores a diversos procesos de duelo por el niño típico que no llegó. Si viviéramos en una sociedad educada en el paradigma de la neurodiversidad, este nacimiento podría no sólo ser algo natural sino celebrado, como todo niño merece.
Revise usted la historia de los grandes creadores o innovadores en la ciencia, la tecnología, el arte. No hallará gente “normal”.
Tomás descubre, en el inicio de su viaje a dos adultos que el registro civil dice son sus padres y sin embargo (aparentemente) tan distintos a él. Y él tan distinto de lo que la historia cuenta que son los niños. Tomás sabrá en unos años lo que sus padres saben hoy, es autista. No “tiene” algo, “es” alguien cuyo cerebro procesa y percibe el mundo de manera diferente, parte profunda de su identidad.
En este proceso, como ocurre con tantos padres que reciben el diagnóstico de autismo de sus hijos, Yiddá se re-descubre o, mejor dicho, encaja las piezas de algo que ya sabía (como Tomás lo sabe), es diferente, es autista. Como tantas mujeres, su autismo pasó desapercibido para los demás en un mundo donde las descripciones aún -aunque felizmente cada vez menos- están pensadas para hombres. Se camufló, como tantas otras, por la capacidad que tienen muchas mujeres autistas para copiar conductas sociales típicas y “encajar”.
En un lenguaje sincero, ameno, directo, muy “autie”, Yiddá ofrece un libro donde todo cuidador podrá reconocerse. Con información precisa y actual, es el libro que necesitábamos en nuestro medio, donde el autismo evade la tragedia para volverse en posibilidad de ser y de vivir con los apoyos y ajustes que se requiera, con dignidad y amor.
Usted podrá vivir en esta páginas el descubrimiento de Tomás para sus padres, de sus padres para él, de una mujer y madre y el sentido de la identidad. Este libro es un viaje, sí, como todas las historias que valen la pena de ser contadas.
Ernesto Reaño
Psicólogo y lingüista
Director y fundador de EITA