Hace un tiempo atendía a unos padres cuyo hijo, junto con la identificación de autismo, había obtenido, además, la de «discapacidad mental leve»: un muchacho de 9 años, de mirada viva e inquieta, curioso y vital. Para él, el futuro —les habían explicado— no era promisorio.

Algún día tendremos, les expresaba, un manual de orientación sobre la neurodivergencia; mientras tanto, los manuales en uso, basados en el modelo médico, convierten las estancias del cuerpo y de la mente en calabozos donde deberían de haber atalayas. Observatorios para la propia persona, para los seres que orbitan su vida, para contemplar todo porvenir.

Tomemos, por ejemplo —para ya no hablar solo del autismo—, el llamado «trastorno por déficit de atención e hiperactividad», frente a la posibilidad de observarlo como una atención y cinética divergentes. Allí donde el manual diagnóstico ve “déficit” para concentrarse, en realidad está, además, la creatividad del pensamiento divergente; allí donde el libro señala hiperactividad, también existen vigor y vivacidad; en el sitio de la impulsividad hay, qué duda cabe, espontaneidad y franqueza.

Me contaron que ese muchacho, de “pocas luces” para el test estandarizado de inteligencia, había aprendido piano de manera autodidacta, y le iba tan bien que decidieron ponerle un profesor.

Años de mala psicología han hecho de la “inteligencia” un concurso únicamente de destrezas numéricas y verbales. Años ha se usaba el concepto de “islas de habilidad” para describir las destrezas y talentos de quienes, ubicándose hacia el lado menos favorable de la inteligencia, mostraban maestría en determinadas áreas. Quizá, para la manera ordinaria, poco informada y poco meditada de considerar la inteligencia, esto puede ser difícil de entender. No para quienes conocen las formas del monotropismo y de la percepción en detalles. Esto no asombra a quienes entienden la inteligencia como una variable diversa, también, en las diversas posibilidades de los neurotipos humanos.

El otro hermano es brillante en todo lo que la escuela suele destacar. ¿Y en música, es bueno? ¿Aprende como su hermano? No, en eso no. —Entonces tendría una «discapacidad musical severa»— les dije. Reímos. Reímos con la complicidad de develar cómo el talento queda supeditado a la productividad; cómo los números pretenden expresar el valor de una persona; cómo predicen el futuro. Reímos para poner en jaque lo siniestro de expresar la discapacidad como sentencia. Como si la discapacidad no expresase, justamente, las barreras de un mundo que, a los 9 años, señala que el bienestar y la realización no te pertenecen.

Un acto vital llama a la rebeldía: forjar un nuevo entorno, crear las condiciones donde cada mente pueda habitar el espacio y sentir el propio cuerpo como casa, no en aquel segregado y mutilado donde nos coloca el poder de quienes creen “saber” cómo debe ser la mente de los otros. Y en ese entorno, educar en el amor a nuestra humana semejanza, y en la caridad de amar también lo diferente.

La «normalidad», sus manuales y sus contextos, discapacitan también a quien se considera normal. Lo colocan en situación de desventaja empática, lo ciegan a diversas formas de vida, le dan una ilusoria sensación de superioridad, lo sumen en la monotonía y el tedio de lo mismo, fragilizan su capacidad para vincularse, y hacen de su vida una vida de la cual también será expulsado ante los tropiezos del accidente, del deterioro o de la vejez. Acaban con la confianza en la vida.

Un nuevo manual sobre neurodivergencia deberá advertir sobre los peligros de la «normalidad» como constructo, y del riesgo en la salud mental de los así denominados. Proponer intervenciones para que, parafraseando a Vigotsky, cada quien encuentre su «locura» y descubra la normalidad como aspiración impuesta. Asumir la propia diferencia: ese margen de creatividad única, de curiosidad y búsqueda de sí, expropiados al nacer para ser recostados en la pequeña caverna de lo “normal”, donde apenas llega la luz.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

Un comentario sobre «La «normalidad» discapacita.»
  1. Muchas gracias por compartir todo este contenido. Me está haciendo muchísimo bien en mi proceso. Enhorabuena y de nuevo, gracias.

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