Cada segundo que vivimos es un momento nuevo y único del universo, un momento que jamás volverá… Y ¿qué es lo que enseñamos a nuestros hijos? Pues, les enseñamos que dos y dos son cuatro, que París es la capital de Francia.
¿Cuándo les enseñaremos, además, lo que son? A cada uno de ellos deberíamos decirle: ¿Sabes lo que eres? Eres una maravilla. Eres único. Nunca antes ha habido ningún otro niño como tú. Con tus piernas, con tus brazos, con la habilidad de tus dedos, con tu manera de moverte.
Quizá llegues a ser un Shakespeare, un Miguel Ángel, un Beethoven. Tienes todas las capacidades. Sí, eres una maravilla. Y cuando crezcas, ¿serás capaz de hacer daño a otro que sea, como tú, una maravilla?
Debes esforzarte —como todos debemos esforzarnos— por hacer el mundo digno de sus hijos.
Pau Casals.
Etta Kravolec, especialista en educación, escribió en el 2000 un libro de sugerente título: «El fin de las tareas escolares» e inquietante subítulo: «Cómo la tarea altera a las familias, sobrecarga a los niños y limita el aprendizaje».
En los tiempos previos al COVID-19 las tareas escolares ya eran una problemática para alumnos y cuidadores. Teníamos jornadas laborales de 8 horas y sabíamos como explotación aquella que se alargase más sin la debida justificación y compensación. Sin embargo, un alumno, entre la jornada escolar y las tareas para casa, podía empezar su jornada (oficialmente) sobre las ocho de la mañana y terminarla hacia las ocho de la noche; doce horas diarias en promedio, suponiendo que no estuviera en épocas de exámenes.
Cabría preguntarse en qué momento una actividad formadora se transformó en instrumento de abuso.
No es tarea de los padres ni cuidadores hacer de maestros auxiliares. La enseñanza que les está reservada es la del cotidiano, de los profundos aprendizajes e intercambios en las horas de coincidencia y que deben garantizarse en pro de la salud emocional de niños, adolescentes y adultos. La carga de deberes distrae de la necesaria conexión y la especialización necesaria para realizarlos frustra a padres sin el conocimiento específico de la materia y a hijos que ven consumirse las horas del ocio y reposo.
En los tiempos que corren, de cuarentena y aislamiento, hemos visto el hogar convertirse, además, en oficina y escuela y trasladarse a él los problemas propios de aquellos espacios. La casa, espacio físico y mental de lo propio y del reposo, se ha visto ocupado por las inquietudes laborales y escolares; no sólo como dificultades traídas luego de la jornada sino habitando el mismo lugar y copándolo. Hemos perdido la distancia física y mental que garantizaba el poder poner en segundo plano los diversos espacios.
Los estudiantes enfrentan, en el Perú, una educación que no es en ningún caso «virtual» sino «a distancia». Claramente en la educación rural donde es llevada a través de emisoras radiales. Tenemos apoyos por televisión. En muchos casos, sobre todo en capitales de provincias, a través de herramientas de videoconferencia, es a este último recurso que se califica de «virtual». Para que así fuese, el espacio de interacción de docentes y alumnos debería reemplazar, eficazmente, al físico, la escuela, y deberían poder usarse herramientas virtuales que permitan la transmisión, recepción, comprensión y placer del aprendizaje; empero, las herramientas de teleconferencia no están diseñadas sino para charlas o meras exposiciones, no para el dinamismo del aula escolar. Estamos muy lejos de la electronalidad en este punto.
Si a este escenario, de educación a distancia, problemáticas diversas que se tejen en un único espacio físico y mental, con todo el estrés que convoca, añadimos horas de tareas escolares, ¿qué queda como posibilidad para cristalizar un poco de salud mental y emocional en momentos dramáticamente ya difíciles?
No hemos hablado del autismo hasta este momento. Esta situación afecta a todo el espectro de la neurodiversidad: autistas, neurodivergentes y neurotípicos. Es bueno tenerlo en cuenta antes de poder hablar sobre las dificultades que enfrenta la población neurodivergente ante los desafíos actuales de la educación; también cuando consideremos las ventajas y enseñanzas que nos da la mente autista -nuevamente- en esta encrucijada. Reflexionaremos por algunas semanas sobre este tema.
La mente neurodivergente ha de llevarnos, como en otros momentos claves de la historia, a trasponer este trance y darle un impulso renovado a nuestra culturas.