“Amigo” viene del latín “amicus” y este de “amare”, “amar”. “Amigo” es “el que ama”. La palabra “amor” y “amistad” se devalúan actualmente por su uso inflacionario. En la sociedad neurotípica, este título “amor” se usan indistintamente, sin mayor compromiso hacia su significado y hacia quien lo recibe sin mayor promesa.
En griego, la amistad se llamaba “philia”, amor fraterno, el que busca el bien común con el otro; diferenciándose (aunque no excluyéndose) de otros amores: “eros” (pasión sexual), “agapé” (amor espiritual y desinteresado), “storgé” (amor familiar).
La amistad autista es una forma de amor que tiene, a mi modo de ver, de philia pero también de agapé. Es un lazo iniciado y reforzado por temas y valores compartidos y no persigue, generalmente, algo a cambio distinto a un conocimiento profundo, conjunto, cuando ocurre el encuentro.
Como otros movimientos del amor autista, la amistad tiene de infodumping, compartir el objeto de pasión, el saber apasionado, con quien amamos; de conexión en paralelo, estar cerca al amigo es lo realmente importante, aunque no siempre estemos en comunicación directa, incluso cada quien en sus propias tareas y sin embargo tan cerca como para estar juntos completamente; regalos inusuales (penguin pebbling), pequeños objetos cuyo susurro menciona lo mucho que he pensado en ti (un guijarro, una conchita, un fidget…).
Estancias del afecto donde se reúnen nuestra neurología, pensamiento, el cálido stimming del silencio y la seguridad, donde no es necesario fingir o forzar un abrazo.
Hace unos días llegó a mi bandeja de entrada el newsletter de Autiblog, la revista autista, y aún sonrío mientras escribo esto. Se trata de un recuento de la presentación de mi libro “¿Qué es el autismo? Reflexiones desde el paradigma de la neurodiversidad” el 30 de marzo último en Arrigorriaga, Bizkaia. Autiblog es la editora y distribuidora de mi libro en España y Europa y tuvo la generosidad de invitarme a presentarlo en su tierra. Es, además, autora del prólogo y para el evento contamos con la presencia de Alba Román (conocida en redes como “Autista de la Hostia”) quien escribió el epílogo. Admiro mucho a ambas. Son mis amigas. La portada fue hecha por otra amiga autista: Alejandra Aceves (“Alita”).
Conocí a Autiblog a mediados del 2021, a propósito del primer número de la revista, de la cual soy suscriptor entusiasta e incondicional desde aquella época. En mi opinión la mejor revista autista no sólo en habla castellana sino una de las mejores a nivel mundial. Dirigida, editada y escrita íntegramente por autistas, combina la profundidad de la temática en primera persona con la experiencia estética de la calidad del material y diagramación. Cada ejemplar es poesía pura. Cada número ha sido, también, un motivo para estrechar el intercambio con Autiblog, a través de los temas tratados, de nuestros intereses y miradas mutuas sobre el autismo e ideales compartidos. No la conocí personalmente sino hasta el Primer congreso Hispanoamericano Autista en noviembre de 2023. Este 30 de marzo volví a verla.
Fue por la misma época cuando conocí a Alba. Intereses e inquietudes comunes nos han llevado a reunirnos puntualmente casi todos los viernes, virtualmente, en un ritual autista, pronosticable como las estaciones, interrumpido por alguna vicisitud ajena, inevitable ya para ambos. En este tiempo he aprendido tanto de Alba, de su sensibilidad, coherencia y de su imbatible anhelo por vivir, pese a todo y contra todo. Tenemos muchos proyectos por conjurar y casi siempre pospuestos por la simple excusa de actualizar nuestra semana para introducir nuevas variables a nuestra particular Teoría sobre el Todo.
Recién vi, materialmente, a Alba este 30 de marzo.
Aquel día, como cuenta Autiblog, sustituida la boina francesa por una auténtica txapela vasca, actualicé la distinta dimensión de los tiempos y espacios en la percepción y vida autistas.
En enero recibí mi diagnóstico de autismo. Ese espacio que creí se me había permitido habitar resultaba propio, una casa de la cual no había partido ni arribaba, pero ahora iluminada de modo distinto y revelador. Iba a estar con Autiblog y Alba como autista, ya no solo como neurodivergente, como la persona “rara” que tan bien se sentía con cada una.
El encuentro fue como si ayer nos hubiéramos visto y como habría de ser siempre. Unas horas de re-conocernos, sin prisas pese a la brevedad material del tiempo disponible. Eso no importaba, estábamos en el hiperfoco del afecto autista. Desde allí pudimos compartir con los asistentes a la presentación la historia de este texto convertida en una feliz excusa para hacer aquel tiempo nuestro y desde allí crear un espacio donde volcar la información apasionada, porque estábamos juntos, seguros. Amigo es el que ama. Cuando los autistas nos sentimos seguros conectamos, ojalá más cuidadores y maestros pudieran entenderlo.
Al momento de partir, no hubo una larga caravana de adioses ni tristezas, ¿qué podría cambiar? Todo seguiría, estable, como siempre, en paralelo, en silencio, el mismo espacio continuo del afecto hasta la siguiente comunicación. Como antes y predeciblemente mejor.
Traje a Lima imágenes para recorrer en cada detalle, una concha y una piedra de alguna soleada playa. Una ráfaga de amistad autista alumbrándome con su suave y constante calor.