Desde la teoría del monotropismo, la aparente «inflexibilidad» de la mente y de los propósitos autistas tiene una explicación: la necesidad de sensorial y cognitiva de hacer una cosa a la vez, la necesidad de preparación para cambiar el foco de la atención. Si mi mente hace hiperfoco en detalles y patrones, busco capturar ese instante tanto como pueda, tanto que el entorno palidece y los contextos se borran. No es una «ceguera al contexto» como señala Vermeulen, es una poda de lo innecesario del contexto, al menos para los fines de la mente autista. El contexto es el foco.
El ritual no es una mera repetición de actos. Guardan una armonía, como en la danza podemos reconocer en los pasos que se repiten la estabilidad que no deja de ser creativa. En La desaparición de los rituales, Byung-Chul Han, explica que el ritual genera un espacio donde no se repite algo idéntico sino uno donde podemos asegurar lo estable que trasciende lo efímero y donde la persona puede re-conocerse cada vez que lo realiza. Volver a casa, abrir la misma puerta, sentarse a la mesa que es la de ayer, son pequeños y sutiles rituales. Son algo duradero, hacen habitable el tiempo.
La vida, para poder ser vivida, necesita de la duración de los espacios mentales y de las cosas. Un mundo cegado por la inestabilidad de los cambios y el consumo superfluo, es inhabitable. Sólo puedo vivir en lo que es constante. En el caos, a lo sumo, se sobrevive .
La mente autista constituye, entonces, en sus rutinas, aparente inflexibilidad y ritos, un acto de rebeldía en un mundo de constante expulsión. Las preocupaciones de producir indefinidamente, de consumir y cambiar; de las apariencias del «perfil»: allí no existe un espacio para re-conocer y tampoco existir. La mente autista apuesta por lo duradero, por crear una morada donde uno puede encontrar lo constante, el reencuentro. Pone el foco en las cosas, haciendo que el tiempo pueda habitarse con profundidad. Detiene el contexto y lo comparte. Prometeo entregó el fuego a los hombres, la mente autista nos puede devolver el tiempo. El tiempo bueno. El tiempo del rito que es desde siempre sagrado.