«Norma» en latín remite a un tipo de regla o escuadra usada por los albañiles. Desde sus inicios se asocia a la construcción, al «encuadre» de ciertos elementos. En nuestros tiempos, sobre todo, al de cuerpos y mentes. Como señala Georges Canguilhem en su clásico «Lo normal y lo patológico», la «norma», a diferencia de la ley natural, no necesita de un efecto para existir. Yo puedo comprobar la «ley de la gravedad» por el efecto que produce. Una norma no puede ser comprobada, su fuerza es exterior a sí misma, su poder viene -en las sociedades humanas- del dictado de lo mayoritario (estadísticamente hablando), de la preservación de cierto tipo de «orden».
Lo que señalamos como persona «normal» corresponde a una media estadística, a lo que es esperable, según una repetición de patrones. Ahora bien, estas formas se retroalimentan respecto de cómo se debe ser y actuar. Por ejemplo, existen hombres y mujeres, pero la norma señala cómo debe ser lo «masculino» y lo «femenino», por ello es variable a través de los siglos. Autores autistas como Damian Milton y Nick Walker, han señalado que lo «neurotípico», más que una realidad biológica, es una construcción social sobre lo que debe «ser normal» (mentalmente hablando).
Así como mayoritariamente las sociedades dictan una «heteronormatividad», también señalan una «neuronormatividad». Lo «neurotípico» es un ideal, una aspiración. Mientras más me aproxime a él, mayores privilegios sociales obtendré o, al menos, menores serán mis problemas. El ideal normalizador, tal como lo vivimos desde la Revolución Industrial se vende como «positivo» en su afán homogéneo. Lo distinto, lo diferente, es expulsado. Puede retornar a los márgenes de la norma siendo «incluido», no «aceptado».
Tal como ocurre en una sociedad heteronormativa, muchos neurodivergentes viven el disfraz neurotípico, se camuflan lo mejor que pueden, a riesgo de su propio ser y salud, en una diferencia que «no se note». Tratar de ser normal neurológicamente, tratar de fingir la norma: algo que no se puede «aprehender» realmente, porque no tiene efectos, no puede demostrarse, no depende sino de la arbitrariedad humana hecha dictado.
Lo «neurotípico» no existe en sí mismo, existen los neurotípicos. Existen personas cuya neurología, mayoritariamente, se asemeja más. El «cómo» deben ser estas personas se establece desde ellos al exterior bajo diversas formas de ordenamiento y de control.
Las normas no son naturales, natural es que la manzana caiga del árbol a determinada velocidad. Es natural actuar conforme a la neurología propia, a cada neurotipo; es antinatural ser neurotípico sin serlo. En la norma lo social puede atentar contra la naturaleza misma; la manzana que cae, cada forma cerebral que se expresa, no.