Hasta hace poco se especulaba que la hormona oxitocina, administrada de manera intranasal, podría incrementar la sociabilidad en las personas autistas. Un reciente estudio, basado en 250 niños autistas, revela la inefectividad de la oxitocina en el autismo.
Esto debería poner en el tapete, una vez más, la siguiente realidad: el autismo no es una enfermedad ni un trastorno, es una condición. Luego, no hay una medicación para el autismo. Querer «aumentar» o «mejorar» la sociabilidad de los autistas supone colocarnos, justamente, en la lógica del «trastorno» y querer solucionarlo de manera médica bajo un parámetro de normalización. Supone no reconocer que las formas de la interacción autista, por la misma esencia de su neurodesarrollo y cableado son diferentes y que socializan bajo otro tipo de reglas. Así como no podemos medicar a los neurotípicos para que privilegien el procesamiento en detalles y patrones y posean la capacidad para sistematizar intereses profundos, tampoco hay fármacos para que los autistas desarrollen formas de ser neurotípicas.
Existen, sin embargo, condiciones que coocurren en el autismo (no hablamos de «comorbilidad» dado que el autismo no es una enfermedad sino de «coocurrencia») y que requerirán de medicación. Por ejemplo, la epilepsia y sus diversos síndromes asociados; algunas formas de déficit de atención (atendiendo al costo-beneficio de usar este tipo de fármacos y una vez sopesados sus efectos secundarios); la ansiedad y la depresión, que suelen darse no por el autismo sino por la falta de apoyos y ajustes necesarios a los entornos. Antes de utilizar un psicofármaco es preferible modificar los entornos y dar a la persona las herramientas necesarias, el uso de antidepresivos, ansiolíticos o antipsicóticos no debería ser la primera opción.
En el 2013, un estudio ya advertía el incremento del uso de psicofámarcos en niños y adolescentes autistas alcanzaba el 65%, siendo el uso de antipsicóticos lo más común. Dicho artículo señalaba que había que ser muy cuidadosos en el uso de este tipo de fármacos dada la poca data que tenemos en su uso pediátrico considerando los efectos secundarios en personas cuyo desarrollo físico se encuentra en proceso.
El camino, salvo los casos específicos mencionados, debería ser la comprensión profunda sobre el autismo, la adecuación de los entornos, los apoyos y ajustes razonables. La comprensión de la conducta autista desde el paradigma de la neurodiversidad y no desde la normalización. Es más fácil medicar y adormecer que escuchar y entender la voz autista. Con todo, muchos de ellos deberán de utilizar fármacos para poder sobrevivir a las exigencias de la sociedad neurotípica. A ellos nuestra solidaridad y el compromiso de ir logrando una sociedad que nos le falle a nadie: ¿se une usted?