La semana pasada en una conversación en directo, la artista autista Laura Cubas (mujer.asperger en Instagram) me señalaba un hecho dramático y, a la vez, silenciado: casi todos los autistas llegan a la adultez con algún tipo de trauma. Todos han experimentado alguna forma de abuso (físico, psicológico, sexual, financiero, etc.) y muchos son conscientes del abuso años después. Todos han soportado diversos tipos de colapsos en sus vidas (burnout, meltdown, shutdown). Conviven con depresión y estrés. Muchos llegan a la vida adulta viviendo o sobreviviendo a un trastorno de estrés post-traumático.
«Trauma» proviene del griego y significa «herida». En el campo de lo psicológico, el trauma es la respuesta emocional a un episodio altamente estresante o violento. Sabiendo que la mayoría de autistas han experimentado cuantiosos eventos traumáticos o viven inmersos en ellos, se hace indispensable que los profesionales que trabajamos en autismo conozcamos de modo profundo sobre el «Cuidado Informado del Trauma» (TIC por sus siglas en inglés). Se trata de un abordaje donde se reconocen e identifican las experiencias traumáticas del individuo y los servicios son adecuados de tal forma que se creen espacios seguros de trabajo en la recuperación de la persona sin re-traumatizarla. Conocimiento profundo del autismo, del trauma y empatía.
A mi modo de ver, es aquí donde se crea un espacio para favorecer un proceso de resiliencia. Boris Cyrulnik, uno de los teóricos clave de este concepto, lo resume como la capacidad para retomar la vida (o el desarrollo) después del trauma. Para ello uno debe de analizar las condiciones antes, durante y después del trauma:
– Antes: Con qué se arriba al evento traumático: ¿Se ha desarrollado un apego seguro? ¿La persona tiene confianza en sí misma?
– Durante: ¿Quién me agrede? No es lo mismo que el agresor sea un extraño a un conocido. Lamentablemente, la mayor cantidad de traumatismos son ejercidos por personas cercanas a la víctima. Aquí entran en juego las fortalezas previas en el proceso de recuperación.
– Después: ¿Hay apoyo afectivo a la víctima? ¿Se le permite darle sentido a lo ocurrido? En soledad no se desarrolla un proceso de resiliencia. Si no puedo hacer con alguien una historia de lo ocurrido, una que centre el evento traumático y reparta las responsabilidades fuera, una historia que pueda contarme no para olvidar sino para ya no temer, entonces no podré seguir.
¿Cuáles son las condiciones antes, durante y después del trauma para la persona autista? No las mejores. Muchos apegos no se dan de manera segura ante la falta de información sobre la forma en que el infante (niños-adolescente-adulto) autista procesa y establece vínculos y afectos. Durante, muchos autistas reciben violencia constante por su forma de ser, en casa, escuela y en espacios terapéuticos de normalización (el ABA, por ejemplo). Después, poco espacios hay para que el autista pueda historizar el trauma, comprenderlo y seguir.
Como profesionales, saber de modo informado sobre el trauma posibilita sostener la herida tratando de ofrecer un marco seguro contra aquello que sigue dañando. Sabiendo sobre el trauma podemos trabajar con el brillo que permanece y ayudar a que la vida retome (o conozca) su curso. No sin cicatrices pero no sólo la cicatriz. Yo no era mi herida y hoy no soy mi cicatriz, pero puedo verla como parte de la vasta historia que soy y seré.