Patrones, rituales, vida y creación.

En el Perú estamos por finalizar la primera semana de una nueva cuarentena impuesta, en principio, por 14 días. Si bien, menos severa que la ocurrida en marzo de 2020, permite alguna reflexiones sobre la mente autista.

En primer lugar, las rutinas y horarios en este verano atípico donde muchos se han visto privados de una serie de actividades que quizá desarrollaron en el anterior. Debemos recordar que la mente autista busca siempre patrones, posee un pensamiento en detalle y sistematizar información -acorde a sus intereses profundos- es su pasión. Por ello, buscan la predictibilidad en las cosas y aquello que no encaje o interrumpa rutinas y ritos hace que aumente la ansiedad y aparezcan fuertes episodios de cólera. Esto no es bueno o malo en sí, es parte de un tipo de funcionamiento diferente. El llamado pensamiento «flexible» es patrimonio neurotípico y tampoco es algo positivo o negativo. La dificultad es cuando de un neurotipo mayoritario queremos hacer una norma que no contemple funcionamientos alternos y acaso profundamente beneficiosos para todos.

En su reciente libro, The pattern seekers, Simon Baron-Cohen plantea el fuerte nexo entre el tipo de pensamiento y procesamiento autista y las capacidades inventivas humanas. No todo inventor es autista y no todo autista es inventor, pero ambos comparten un tipo de mente sistematizadora que busca desentrañar el funcionamiento de patrones y constantes para crear. De esta manera, limitar las capacidades y potencialidades de la mente autista y no buscar su plena expresión, constituye poner límites a la propia invención humana… quienes encuentran vacunas o avances en los tratamientos para la COVID-19 no son mentes socializadoras sino sistematizadoras, por ejemplo.

Otra reflexión, sobre la importancia de los rituales, viene a mí de otra reciente lectura: La desaparición de los rituales de Byung-Chul Han. El ritual genera un espacio donde no se repite algo idéntico sino uno donde podemos asegurar lo estable que trasciende lo efímero y donde la persona puede re-conocerse cada vez que lo realiza. Al ser algo duradero, hacen habitable el tiempo.
La vida, para poder ser vivida, necesita de la duración de los espacios mentales y de las cosas. Un mundo cegado por la inestabilidad de los cambios y el consumo superfluo, no permite ser habitado ni vivido. La mente autista constituye, entonces, en sus rutinas, aparente inflexibilidad y ritos, un acto de rebeldía en un mundo donde no podemos desplegar vida entre las preocupaciones de producir indefinidamente, de consumir y cambiar: allí no existe un espacio para crear y tampoco para existir. La mente autista apuesta por lo duradero, por crear una morada donde uno puede encontrar lo constante y re-encontrarse. Hace que el tiempo pueda habitarse con profundidad. Por ello es depositaria de los rasgos de la creatividad humana y del tiempo bueno.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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