Nick Walker, profesora en investigadora autista, en un ya clásico artículo, señala que podemos entender la neurodiversidad desde tres aspectos:
– Como hecho biológico: supone la infinita variación de funcionamientos neurocognitivos de nuestra especie.
– Como paradigma: una perspectiva que nos permite estudiar y pensar la neurodiversidad como una forma valiosa de la diversidad humana, más allá de la idea de un cerebro «normal» y comprendiendo que las dinámicas sociales que operan sobre ella no son distintas a las que acontecen sobre otras formas de diversidad humana.
– Como movimiento: es uno de justicia social que busca la defensa de los derechos y plena inclusión de las personas neurodivergentes.
¿Qué es, entonces, neurodivergencia? ¿Es lo mismo que «neurodiversidad»? No. Y es importante aclarar esto para evitar ideas y acciones incorrectas que surgen de un uso equivocado de estos términos.
Por ejemplo, hablar de «alumnos neurodiversos» no tiene ningún sentido, todos lo somos. Hablar de «alumnos neurodivergentes» sí pues refiere a aquellos que no son neuortípicos.

«Neurodiversidad» fue un término acuñado en hacia fines de los noventa por Judy Singer y empleado por vez primera en un texto por Harvey Blume. Sin embargo, sus orígenes en cuanto a reflexión pueden ser remontados a 1992 en los trabajos y reflexiones del activista autista Jim Sinclair.
«Neurodivergencia» y «neurodivergente» fueron acuñados en el 2000 por Kassiane Asasumasu, activista autista y multi-neurodivergente, para referirse a todo aquel cerebro que diverge de la norma, todo lo que diverge neurológicamente de lo neurotípico: «Personas autistas. Personas con TDAH. Personas con problemas de aprendizaje. Personas epilépticas. Personas con enfermedades mentales. Personas con Esclerosis Múltiple o Parkinson o apraxia o parálisis cerebral o dispraxia o sin diagnóstico específico pero con lateralización torcida o algo así», señala Asasumasu.

«Neurodiversidad» no es un término que busque, eufemísticamente, reemplazar el de «discapacidad» o que busque ser una nueva forma de diagnóstico. Tiene tres acepciones, como hemos visto, y en su contenido y práctica se opone al del modelo médico o de la patología.
Cuando se señala que la neurodiversidad en una forma valiosa de la diversidad humana y que no hay un tipo de cerebro (neurotipo) mejor que otro, esto no romantiza la diferencia ni excluye las dificultades que puedan traducirse en discapacidades. Se pone el énfasis en las posibilidades del ser antes que medirlo por aquello que produce (o no). Es una concepción positiva en tanto describe las características del individuo sobre lo que es y no como lo que no es, usando para ello el modelo de lo neurotípico.
Neurodivergencia engloba todo lo que difiere de lo neurotípico y si vamos más allá de una conceptualización ingenua de neurodiversidad, sabemos que incluye formas que ejemplifican lo que Singer denomina «el lado oscuro de la neurodiversidad» como el trastorno antisocial de la personalidad, la personalidad narcisista, etc. La neurodiversidad no es un principio moral; por ello, así como en la naturaleza existen depredadores, existen en nuestra especie neurotipos que entrañan un peligro para los demás. Corresponde a la sociedad crear nichos donde dichas personas puedan aprovechar sus posibilidades sin dañar su entorno ni a sí mismos.
Si una persona neurodivergente se siente ofendida por la inclusión en el término «neurodivergencia» de algunos neurotipos, significa que no ha comprendido bien ni esta ni la neurodiversidad.

Aquí, pensar claramente requiere de utilizar con precisión (y entendimiento) los términos teóricos. Si queremos reflexionar -sobre el autismo y otras neurodivergencias- desde el paradigma de la neurodiversidad, es importante poder explicarlo de modo correcto y simple. Caso contrario, estaremos usando la neurodiversidad como una moda y las modas vacían el contenido, banalizan la idea original.
Si la neurodiversidad se ve como un anuncio, si parece querer venderle fórmulas de autoayuda, desconfíe. La neurodiversidad es un discurso que sin ser oscuro requiere de una reflexión profunda desde lo biológico, lo epistemológico y lo social; aunque para algunos sólo convenga una camiseta y algunos eslóganes.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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