Creo que siempre es importante actualizar este post. Suelo recibir muchos mensajes preguntándome sobre el tema y sobre las terapias que se pueden desarrollar al respecto. Muchos dicen poder tratar el autismo mediante una intervención de la microbiota (flora intestinal). En la actualidad, sabemos que no hay un vínculo entre la microbiota y el autismo y que las variaciones de la primera se deben a la restrictividad de la alimentación de muchos autistas.
Como señala el Dr. Whitehouse, uno de los participantes en un estudio del material genético en las heces de 247 niños (de los cuales 99 eran autistas): «Las familias buscan desesperadamente nuevas formas de apoyar el desarrollo y el bienestar de sus hijos. A veces, ese fuerte deseo puede llevarlos a terapias dietéticas o biológicas que no tienen base en evidencia científica». Pueden encontrar una traducción al castellano de las explicaciones del estudio en Autistrad.
Este tema es complejo pues trae a la mente historias de horror desde que Andrew Wakefield falseara datos en una publicación de The Lancet, en 1998, para afirmar la causalidad entre una inflamación intestinal supuestamente producto de la vacuna triple y el autismo. Se inauguraba, así, la era de fraudes y timos de la llamada «biomedicina», anti-vacunas (que ocasionasen el recrudecimiento de enfermedades erradicadas y cientos de muertes), quelaciones (y sus decenas de muertes), dietas libres de gluten y caseína sin existencia de celiaquía (y problemas óseos, entre otros, en cientos de niños). El resurgimiento de estos tratamientos y sus concepciones del autismo como enfermedad aún no han sido del todo erradicados aunque pervivan con menor fuerza que a comienzos de este siglo. Es claro, entonces, que hay que hacer esta declaración y deslindes antes de adentrarnos en lo que aparentemente sabemos, desde una perspectiva verdaderamente científica, sobre el tema.
Hay tres estudio y un metanálisis que son relevantes para quienes saber del tema:
1. Human Gut Microbiota from Autism Spectrum Disorder Promote Behavioral Symptoms in Mice.
2. Autism-related dietary preferences mediate autism-gut microbiome associations. (del cual hablamos en el primer párrafo).
3. Association Between Gut Microbiota and Autism Spectrum Disorder: A Systematic Review and Meta-Analysis.
4. Long-term benefit of Microbiota Transfer Therapy on autism symptoms and gut microbiota.
Lo que sabemos hasta este momento es:
1. Algunas personas autistas tienen una flora intestinal distinta a las neurotípicas.
2. Muchas de estas personas autistas tienen problemas intestinales (dolores abdominales, diarrea, constipación). La mayoría son no hablantes y tienen dificultades en comunicar estas dolencias.
3. Producto de estos problemas intestinales, muchas personas autistas manifiestan problemas conductuales y poco adaptativos y en aquellos no hablantes encontramos el incremento de conductas de autoagresión. Mucho de ello se solucionaría si los autistas no hablantes tuviesen un sistema de comunicación aumentativa alternativa que les perítese expresar su malestar.
4. Un tratamiento adecuado (llevado a cabo por un gastroenterólogo) reduce muchos de estos problemas y aminora la cantidad conductas desadaptativas y autoagresivas pero no las características propias del autismo.
5. El transplante de microbiota fecal y otros similares se encuentran aún en fase experimental.
6. Muchos de estos estudios han sido hechos en ratones.
7. En lo estudiado en niños autistas, el comportamiento y el tipo de dieta afecta al microbioma pero no al revés.
Estemos alertas cuando alguna intervención ofrece habla de «curar» el autismo, «recuperar» del autismo o incrementar las capacidades de la cognición social o del lenguaje la conductas poco adaptativas en base a quelaciones, dietas libres de gluten (para quienes no presentan celiaquía) y caseína o no vacunar. Tengamos toda esta información cuando se nos ofrezca un tratamiento para el autismo basado en la intervención sobre la microbiota: los estudios aún son preliminares y el fraude siempre está al acecho.
Es preciso lo que refiere la investigadora Universidad de Queensland: “descubrimos que los niños con un diagnóstico de autismo tendían a ser más selectivos con la comida, lo que los llevó a tener un microbioma menos diverso. Esto, a su vez, se relacionó con heces más acuosas. Entonces, nuestros datos sugieren que el comportamiento y las preferencias dietéticas afectan el microbioma, y no al revés ”, dijo Yap.
Es decir, una dieta balanceada sería la clave antes que pensar en cambios en la flora intestinal. La selectividad en la alimentación de las personas autistas es conocida y suele estar dada por dificultades en el procesamiento sensorial y focalización (debido al monotropismo) en ciertos alimentos. Esto puede tratarse con terapia de integración sensorial y enfoques psicoeducativos sin tener que recurrir a las fórmulas estrambóticas y peligrosas de la «biomedicina». Estemos atentos.
Muy interesante este artículo. Copio enlace relacionado y recomiendolectura de la bibliografía relacionada. https://autismodiario.com/2020/06/13/la-microbiota-intestinal-toxicos-farmacos/
Gracias.