Las personas autistas tienden a sobrecargarse de estímulos, sin poder gestionarlos adecuadamente, en situaciones donde comúnmente el resto puede hacerlo. No responden adecuadamente al estrés donde otros pueden despliegan estrategias de regulación. Estas situaciones los conducen al «colapso», que en latín significa «caer», «arruinarse». Para el autista el colapso significa la pérdida de la posibilidad de adaptar sus respuestas en un momento de crisis, cayendo en la explosión o en la inercia.
Los autistas muestran un cableado neuronal distinto, estructuras cerebrales dispuestas de diferente forma a las típicas, como nos muestran, cada vez con mayor precisión, los estudios neurocientíficos. De allí que su procesamiento cognitivo y sensorial sea diferente. En lo primero, muestran un procesamiento monotrópico, es decir, necesitan realizar un tema o actividad a la vez, con elevada profundidad y detalle. Por ello su aparente «inflexibilidad» que no es sino la necesidad de predictibilidad y preparación antes de cambiar de tarea. Esto explica también por qué su preferencia marcada por las rutinas y horarios establecidos, estos les dan seguridad ante un entorno cuyo constante cambio genera ansiedad. Esta es una de las formas que conducen al colapso, el cambio abrupto que no se puede manejar, la cantidad de estímulos que no se pueden procesar al mismo tiempo. Cuando uno está muy concentrado en una actividad seguramente sentirá un sobresalto si alguien le toca el hombro sin anunciarse; esto se da de modo amplificado en la persona autista cuyo nivel de hiperfoco y concentración en sus intereses es tremendamente mayor.
En lo sensorial, los autistas muestran un procesamiento sensorial distinto, sus sentidos se sobrecargan más rápido y su percepción de encontrarse en peligro los coloca en posición defensiva en entornos que para un neurotípico no supondría mayor inconveniente. Ruidos, olores, destellos, texturas…, para una persona cuyo perfil tiende la hipersensibilidad supondrá la ruina constante en ausencia de estrategias que le permita regularlos, controlarlos, en favor de recobrar la seguridad.
Tres formas de colapsos han sido descritas para el autismo. Estos son:
Burnout: también llamado «síndrome del quemado», hace alusión a un agotamiento severo donde el autista pierde capacidades para hacer tareas o actividades que antes podía hacer cotidianamente. Trae consigo problemas físicos (como dolores de cabeza, tensión muscular, náuseas, etc.), psicológicos (depresión, abatimiento, dificultad para concentrarse, etc.) que se dan a lo largo de períodos prolongados de tiempo.
El constante intento de encajar en el entorno sin tener los apoyos y ajustes adecuados, el tener que camuflar algunas de sus características para librarse del estigma y la invalidación, la frustración constante al serles todo más difícil independientemente de us esfuerzos, explican esta forma de colapso.
Meltdown: o «estallido», es la externalización de la sobrecarga, sin que la persona sea ya del todo consciente o pueda controlarlo. Puede ser física, golpear, romper cosas, autoagredirse; verbal, insultar, gritar. Puede acompañarse de un llanto incontrolable.
Shutdown: también conocido como «apagado». Es la internalización de la sobrecarga que produce una desconexión. La persona se mostrará pasiva frente al entorno, actuando por inercia, sin capacidad para conectar con los demás o con la situación.
Conocer el perfil sensorial de cada autista y las formas del procesamiento monotrópico permiten crear entornos adaptados y predecibles, amigables, donde no se considere la reacción a la sobrecarga como malcriadez, manipulación, exageración. Permite tener en cuenta de que no podremos hacer imaginables ni accesibles todas las situaciones y que para ello debemos darle a la persona herramientas que le permitan regularse; debemos ser nosotros mismos agentes de corregulación.
¿Entonces una persona autista no hace nunca pataletas ni manipula, son siempre sobrecargas? No, los autistas no son santos ni ángeles, pueden hacerlas y pueden manipular la situación, claro está. Por ello conviene distinguir y saber diferenciar ambas situaciones. Una pataleta se acaba cuando la persona obtiene lo que quiere; una crisis no puede pararse dando o quitando algo, requiere el acompañamiento y el soporte hasta volver a un estado de conexión y de seguridad.
Comprender los colapsos autistas es la clave para prevenirlos, a través de la adecuación del entorno y de las herramientas que favorezcan la regulación. Para educar y educarnos desde lo que nos asemeja y ante lo que nos distingue.