En otro artículo, abordamos las dificultades interoceptivas que se presentan en un considerable porcentaje de personas autistas. Habíamos anticipado que estas dificultades no solo implican no reconocer (o no hacerlo adecuadamente) las señales internas que serán interpretadas como necesidades fisiológicas (hambre, sed, dolor, etc.), sino también afectan la dimensión emocional.
En otro artículo, abordamos las dificultades interoceptivas que se presentan en un considerable porcentaje de personas autistas. Habíamos anticipado que estas dificultades no solo implican no reconocer (o no hacerlo adecuadamente) las señales internas que serán interpretadas como necesidades fisiológicas (hambre, sed, dolor, etc.), sino también afectan la dimensión emocional.
Las emociones primarias, inherentes al ser humano, son alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y asco. A lo largo del desarrollo, estas, junto con otras que se van aprendiendo, se construyen socialmente formando conceptos que permiten agrupar un conjunto de sensaciones.
En este sentido, La Rochefoucauld se preguntaba si podríamos sentir amor si no tuviéramos la palabra «amor». Podríamos decir que sin esa palabra no podríamos agrupar una serie de sentimientos que, aun existiendo, serían inconcretos respecto a la experiencia del concepto «amor».
Ahora bien, si las sensaciones, materia prima de la emoción, no pueden ser percibidas, el concepto emocional no puede ser concebido ni transmitido. De esto último trata la alexitimia, un concepto acuñado en 1973 por el psiquiatra Peter Sifneos a partir de las palabras griegas «a» (sin), «lexis» (palabra) y «thymos» (emoción), que literalmente significa «sin palabra para la emoción». El alexitímico tiene la dificultad o la imposibilidad de diferenciar las sensaciones corporales de las emocionales, ya que no puede reconocer completamente las primeras. En el autismo, algunos investigadores señalan que uno de cada cinco presenta alexitimia, mientras que otros sugieren cifras entre el 40 y el 65 por ciento.
Sabemos que la corteza insular desempeña un papel crucial en el reconocimiento de emociones, detectando e integrando las señales de nuestro organismo, además de recibir señales de la amígdala y la corteza prefrontal, ambas determinantes en el procesamiento emocional. Utilizando resonancia magnética funcional en el área de la corteza insular, Geoffrey Bird y su equipo pudieron determinar que, una vez excluida la alexitimia como factor concurrente, no hay diferencias en el reconocimiento de emociones (el aspecto cognitivo de la empatía) entre autistas y no autistas. Esto sugiere que las dificultades en el reconocimiento de las emociones ajenas, en la «lectura» de gestos asociados a la emoción, cuando se dan en el autismo, se deben a la coocurrencia de la alexitimia.
Otros estudios han aportado que es la alexitimia, y no el autismo, la que ocasiona las dificultades en el reconocimiento del afecto en la voz. También se ha asociado con el mantenimiento del contacto ocular. Estos hechos han sido denominados «la hipótesis de la alexitimia». Los retos socioemocionales y de la cognición social atribuidos tradicionalmente al autismo serían causados por la alexitimia. Dada la alta coocurrencia de esta condición, sería necesario explicitar su presencia para poder proporcionar los apoyos necesarios y pertinentes, especialmente porque la presencia de la alexitimia sería predictora de dificultades interoceptivas (y viceversa).
Por ejemplo, un autista alexitímico no podrá regular adecuadamente su ansiedad ni sus emociones. Aceptar la ansiedad o la desregulación emocional puede evitar el empeoramiento; no hacerlo determina un incremento. Las terapias tradicionales no surten efecto y se debe trabajar en el entrenamiento del reconocimiento y expresión de emociones, así como en ejercicios de mindfulness.
Por otro lado, poder distinguir entre autistas que son alexitímicos y quienes no lo son determinaría no solo los apoyos pertinentes para los primeros, sino un proceso correcto en la formación de la identidad de los segundos. Muchos autistas, especialmente aquellos que reciben su diagnóstico en la vida adulta, lidian con el llamado «síndrome del impostor». La recurrente idea «¿soy lo ‘suficientemente’ autista?» tiene, en parte, un fundamento en la lectura de descripciones de las características autistas que consideran los desafíos que impone la coocurrencia de la alexitimia. Descripciones del autismo con y sin alexitimia deberían ser prioritarias.
Aprender un vocabulario de referencia emocional no puede entenderse sin el trabajo gradual en desarrollar la conciencia interoceptiva. Descubrir la sensación corporal posibilita nombrar el sentimiento. «Emoción» significa «movimiento». Los movimientos internos encuentran su morada en la palabra (hablada, escrita, electrónica), en ruta hacia los demás.