La génesis de la autolesión en el autismo.

La autolesión en el autismo es uno de los temas menos comprendidos y peor juzgados. Nos coloca en el terreno de lo inconfesable, de lo temido, lo rechazado, en la frontera de la razón misma: ¿quién podría dañarse a sí mismo sino estando mentalmente enfermo? Aquí, el modelo de patología asentirá reprobando la conducta que evidencia la lejanía de la «normalidad». Ninguna conducta humana acontece sin motivo ni explicación para quien pueda aislar lo típicamente esperado y entenderla sin prejuicios.

En nuestra época, es frecuente escuchar sobre la autolesión en sus diversas formas, no solo en el autismo sino en otras condiciones neurodivergentes. Es usual encontrarla, también, en quienes sufren de trastorno de estrés post-traumático simple y complejo. Es un mal de los adolescentes de hoy, quienes incluso comparten a través de las redes modos, consejos y técnicas.

En lo social, vivimos una época de fragmentación, de límites confusos. Tenemos demasiada información que no podemos procesar adecuadamente, episodios que se suceden en el «scroll» de las redes sin mayor asidero. No solo las fronteras se difuminan, también la capacidad de crear relatos e historias, propias y colectivas, se ausenta. Una gran cantidad de datos, de eventos, no hacen por sí mismos una verdad en la cual asentarse o una historia donde reconocerse y habitar. La ausencia de símbolos es dolorosa, pero es un dolor gaseoso, indeterminado.

Infringirse dolor es concentrar todo aquel que es indefinible en unos límites precisos, en la ilusión de un efímero control. El dolor, además, genera endorfina, una de las cuatro hormonas de la felicidad. Esto explica la conexión del dolor con el placer momentáneo y la percepción momentánea de calma.

En lo individual, no es distinto el mecanismo. Frente al dolor de los recuerdos que emerge como un magma indiferenciado. Frente al desasosiego cotidiano cuando desborda lo comprensible. Nunca la autolesión carece de significado, tampoco es inadaptativa. Contrariamente, es una forma de adaptarse a sensaciones o emociones que se han vuelto inmanejables y frente a las cuales no se conocen mejores herramientas. Por supuesto, hay modos más apropiados y sanos para el individuo, pero poco se logra juzgando las formas por las que se intenta sobrevivir. Entendiendo el origen de los sufrimientos se podrá enseñar formas de superarlos que no impliquen el dolor mismo.

En el autismo, encontramos este espíritu de los tiempos. Y también características propias por las que se acude a la lesión como instrumento. La autolesión puede ser una forma de «stimming», uno de tipo «nociceptivo». La «nocicepción» es el procesamiento sensorial del dolor. El stimming busca siempre regular las emociones, tanto las positivas (alegría, por ejemplo) como las que descompensan (ejemplo: la ansiedad). El dolor es regulatorio, como hemos visto, cuando da un marco a lo indeterminado pero, igualmente, cuando aleja estímulos aversivos al concentrarnos en él.

Pueden ser desencadenantes de la conducta autolesiva la sobrecarga sensorial, la necesidad de bloquear el flujo de estímulos exteriores que no pueden ser procesados satisfactoriamente. El dolor que viene del interior: inflamaciones, dolores en general, dificultades gastrointestinales, etc., y cuya petición de ayuda no puede ser manifestada (en autistas no hablantes o mínimamente hablantes). Como forma de procesar el sufrimiento psíquico indeterminado o abrumante, especialmente en estados de ansiedad (desesperación), depresión, ideación obsesiva o suicida.

Existen variadas técnicas para evitar la autolesión y sus efectos nocivos sobre el cuerpo y la mente. Pero ninguna de estas servirá adecuadamente si inicialmente no se remueve la causa, la persistencia de los estímulos aversivos o los pensamientos recurrentes que esta conducta intenta atajar y regular. Poco se podrá hacer si el ambiente continúa siendo sensorialmente hostil y la persona no cuenta con herramientas para manejar situaciones sensorialmente impredecibles (canceladores o atenuadores de ruido, juguetes sensoriales, gafas de sol, etc.). Poco será posible si la persona sigue siendo acosada, denigrada, penalizada por la expresión de su ser autista, condenada al enmascaramiento y el ocultamiento de sus necesidades. Nada surtirá efecto si la persona autista no cuenta con un sistema de comunicación eficaz que le permita expresar sus dolores físicos pero también psíquicos y, sobre todo, enunciar sus deseos, sentimientos; compartir y entrelazarse humanamente a través de la palabra, oral, escrita, electrónica, en señas… en su propia palabra.

Poder dar apoyo en estas situaciones, como en tantas otras del devenir de la vida autista, exige alejarnos del marco de la patología, del juicio superficial, de las expectativas normalizantes para hacer nuestras las palabras del Werther de Goethe: “-Oh, hombres! -exclamé-; ¿no sabréis hablar de nada sin decir: esto es una locura, esto es razonable, eso es bueno, eso otro es malo? ¡Qué significan todos esos juicios? Para emitirlos, ¿habéis profundizado los resortes secretos de un acto? ¿Sabéis acaso distinguir con seguridad sus causas lógicas? Si tal cosa sucediera, no juzgaríais con tanta ligereza”.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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