En los últimos años, la intervención en el autismo ha experimentado cambios y avances significativos. Robert Chapman resaltó la necesidad de un enfoque informado en neurodivergencia, superando las formas estándar de la psicología y psiquiatría neurotípicas y su tendencia a patologizar cualquier divergencia mental.

En la actualidad, se habla del enfoque neuroafirmativo, que reconoce las características específicas de cada neurotipo. Lejos de juzgarlas como erróneas o desviadas, este enfoque promueve su potencial creativo y delimita sus impedimentos en un mundo concebido para neurotípicos, proporcionando herramientas y proponiendo cuidados para sortear o acompañar adecuadamente las diversas situaciones de discapacidad que el entorno impone.

Para cualquier intervención o modelo terapéutico que trabaje con personas autistas, se requiere la presencia de profesionales autistas o, en su defecto, de personas formadas sólidamente en el paradigma de la neurodiversidad y su ética. Solo así se garantizará no añadir sufrimiento al ya causado por la sociedad.

Intentar cambiar la conducta para asemejarla a lo “normal” es esencialmente doloroso. Terapias como ABA y otros enfoques conductistas yerran al concebir “conductas autistas” que deben ser modificadas. No existen conductas autistas, existen conductas humanas. Y estas son expresión de la forma en que cada neurotipo intenta adaptarse a un entorno determinado.

La conducta siempre es la punta del iceberg de la intersección del procesamiento cognitivo, sensorial y afectivo. Por ejemplo, los autistas tenemos un procesamiento cognitivo de tipo monotrópico, que explica la profundización sistemática en nuestros intereses profundos y el privilegiar fuertemente el enfocarnos en una cosa a la vez. Además, explica por qué necesitamos horarios, rutinas y anticipación: para poder afirmar la tranquilidad en la realización de la tarea, es preciso predecir el tiempo y el contexto. Abrir de golpe la puerta de la habitación de un autista profundamente concentrado activa su sistema de alerta ante lo imprevisto y probablemente su mayor percepción sensorial ante el ruido, constriñendo su sistema nervioso ante la posibilidad de luchar o huir ante una amenaza indeterminada. La persona que ha entrado le dice que deje de hacer en ese momento su actividad porque se va a realizar una visita familiar. La ansiedad y la frustración ante la imposibilidad de tramitar cualquier comprensión desembocan en un estallido de cólera y rabia donde la persona se resiste físicamente a salir y arroja lo que tiene a la mano.

¿Conducta autista? ¿Agresividad a modificar? Muchos “profesionales” querrán, efectivamente, fijarse únicamente en la explosión luego de una desafortunada cadena de eventos previos, sancionándola como “disruptiva” o “inadaptativa” cuando, en realidad, es una forma de tratar de adaptarse, enfrentando una situación percibida como amenazante. Se pretenderá “erradicar” dicha conducta sin considerar el perfil sensorial bajo el cual ciertos ruidos son escuchados con una sensibilidad muy superior a la típica. Se querrá “eliminar” ese tipo de comportamientos sin entender el procesamiento monotrópico y el sobresalto ante la interrupción de quien está profundamente concentrado. Se exigirá “suprimir” esas reacciones poco normales sin considerar el estado fisiológico de alerta que promueve una reacción de lucha; sin comprender el estado afectivo de ansiedad y frustración provocado. Se querrá forzar un cambio, en suma, sin entender absolutamente nada sobre el autismo. Avanzar a toda máquina sobre la observación de la punta del iceberg provocará una inevitable colisión donde los afectados serán exclusivamente el cuerpo y la mente autistas. Existe evidencia de los efectos traumáticos de las terapias tipo ABA y sus derivados. El intento de esconder y de camuflar las características autistas ha sido descrito como una de las principales causas del burnout autista y del riesgo suicida.

Las presentaciones clásicas de diversas escuelas de psicoterapia tampoco lograrán el bienestar deseado en la población autistas cuando no, también, podrían ocasionar daño. Es el caso de la terapia cognitivo-conductual, la cual en determinados neurotipos puede exhibir una importante tasa de éxito y, sin embargo, ser contraproducente para el modo cognitivo autista. Por ejemplo, las llamadas ideas “irracionales” lo son solo desde un punto de vista neurotípico y los sistemas de creencias difieren notablemente en razón de cómo se procesa el mundo. Otra tanto tiene que ver con la “literalidad”, toda intervención basada en el habla que no considera la “literalidad” de los autistas estará condenada a ser un sostenido malentendido.

Otras formas terapéuticas como el psicoanálisis o sus derivadas son absolutamente desaconsejadas. No solo por la concepción desactualizada y perniciosa que mantienen sobre el autismo (como una forma de psicosis ocasionada por problemas tempranos en el vínculo), también por el escaso entendimiento de los procesos de la mente y del afecto autistas. Pasé largos años en psicoanálisis durante mis años universitarios, analizando como problemáticos mi modo de pensar y de sentir: me veían como alguien extremadamente racional en detrimento de lo emocional y se trató a toda costa de que sintiera como “todos”. Hoy entiendo que no soy tan “racional” como “razonable” a mi forma sistemática de procesar la información, al procesamiento en detalles y la búsqueda de patrones que es el origen de toda pasión por la verdad. Comprendo que mis sentimientos están allí para quienes están en el foco de mis afectos, que no considero “amigo” a cualquiera y que deseo de modo general el bien para todos, sin por ello fingir una emocionalidad impostada a usanza de las personas “normales”.

Personas excepcionales requieren de profesionales excepcionales. Cada vez vemos más autistas dedicados al campo de la salud mental. He allí el futuro: solo alguien de tu cultura ha de entender las profundas conexiones de tu lengua y tu pensamiento, de los orígenes de tu mundo. O podrá aproximarse bastante alguien que quiera entenderla, respetarla, aprender y compartir sus usos; no quien quiera colonizarla.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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