“Faux pas”, “paso en falso” en francés, traducido también como “metida de pata”, se utiliza principalmente frente a las violaciones de las normas sociales. Ha sido usado en alguna literatura sobre el autismo (cuando existía el “Síndrome de Asperger”) para describir nuestros errores en la acción y expresión “correctas” frente a una situación social. Baron-Cohen diseñó, incluso, una prueba así llamada.
Algunas precisiones son necesarias. Como señala Damian Milton al tratar el dilema de la doble empatía (pero también fue parte de la enseñanza de Theo Peeters respecto a la “cultura del autismo”), las formas de procesamiento neurotípicas y autistas, en sus diferencias fundamentales, nos permiten hablar de dos sistemas, dos “culturas” distintas. Las formas de interacción típicas no son intuitivas y, por ende, las normas culturalmente establecidas por la mayoría no siempre son compatibles con nuestro entendimiento.
Las “metidas de pata”, los “faux pas”, en nuestra expresión se relacionan con los usos del lenguaje. Esto se denomina pragmática, es decir, los factores del contexto, sobre todo creencias y saberes sociales que influyen en nuestra interpretación del significado. Estos elementos socializados, que no se encuentran específicamente en las frases, utilizados para dar sentido a lo dicho, muchas veces no son interpretados según lo esperado. Por ello nuestra comprensión es descrita como “literal”. Pero hoy nos interesa el plano de la expresión.
La cultura neurotípica establece formas de mentira social. En sus formas de cortesía se establece no decir o dar respuestas ofensivas en su contenido. Así, si alguien me pregunta si me gustan sus zapatos nuevos y me parecen terribles, debo responder positivamente, afirmando mi agrado. Esto pertenece a las normas sociales neurotípicas y tiene un sentido y una practicidad incomprensible para la mente autista. Si pienso algo, lo digo. Porque es la verdad. No entra en consideración el dañar al otro. ¿Cómo una información verdadera para mí podría dañar a alguien? ¿De qué valdría mi opinión si es falsa?
Muchos somos juzgados, sobre todo en la infancia y adolescencia, antes de aprender (como forma defensiva) y usar el algoritmo social neurotípico, como maleducados, irrespetuosos, malcriados, descorteses, toscos, groseros, etc. Cuando la realidad es distinta: lo expresado es generalmente informativo. Ignorante de las maneras de la mentira social neurotípica, no. Ignorando, ellos, las formas de la cultura autista equivocarán su juicio, el sentido dado a nuestro enunciado será el peor en el mundo neurotípico.
Viene a mí un término indirecto en principio, directo, quizá, después: “parresía”. En griego viene de “pan”, equivalente a “todo”, y “rhésis”, “discurso”. Es decir, “decir todo”, el “hablar franco”. Michel Foucault dedicó la última parte de su vida a su estudio, de allí las conferencias… y sus últimos seminarios: “El gobierno de sí y de los otros” y “El coraje de la verdad”. El parresiasta (quien ejerce la parresía) no dice cualquier cosa, no es un charlatán; como señala Foucault, “dice lo que es verdadero porque él sabe que es verdadero; y sabe que es verdadero porque es realmente verdadero”. Es decir, su creencia coincide con la verdad.
El parresiasta, además, corre un peligro al decirla. No es cualquier verdad la que enuncia. Corre un riesgo ante la posibilidad de enojar a su oyente porque su discurso es crítico. Para él, decir la verdad es un deber, es una acción moral. Siguiendo a Foucault, se trata de alguien que elige la franqueza en vez de la persuasión, la verdad en lugar de la falsedad o el silencio, el riesgo (incluso de muerte) en lugar de la seguridad, la crítica antes de la adulación, el deber moral en lugar del interés personal o la apatía moral.
En principio, un autista no es un parresiasta por lo que dice al ignorar la mentira social como elemento crucial de una cultura donde se encuentra en minoría. No, la parresía debe entrañar la libertad y no es libre quien no elige, quien ignora. Pero un autista puede devenir parresiasta cuando, sabiendo la importancia de esta forma de falsedad cortés, conociendo el valor de la adulación o el silencio en aquella sociedad donde forzosamente siempre está en desventaja, elige la franqueza, elige la verdad y la crítica porque es su deber hacerlo, pese a los riesgos, pese a una desventajosa relación respecto de la autoridad (escolar, laboral, judicial, etc.).
Una de las virtudes potenciales, me atrevo a decir (porque lo pienso), de todos los autistas es la de convertirse en un parresiasta al hacerse consciente del valor dado a la mentira, más allá de lo social, en la cultura típica. Nuestra mente está diseñada para ir de las partes al todo, de los detalles a la imagen completa. Por esta razón, nuestra necesidad de no dejar cabos sueltos, de encontrar el dato faltante, de llegar a una solución, un cierre, lo verdadero. Nos resistimos a lo falso, a la ausencia de la verdad, ya sea en el terreno del saber (una idea incorrecta, un hecho asumido erróneamente como válido) o en lo moral (mantenerse en silencio cuando debemos denunciar algo, negar la verdad en beneficio propio).
Tendemos a esto. No quiero postularnos como santos o romantizarnos como paladines inmaculados. Muchos elegirán otro camino. Solo señalo nuestra predisposición a la parresía, mayor respecto del mundo neurotípico y sus costumbres cortesanas. Pero ese mundo necesita, sobre todo en tiempos de posverdad, parresiastas. Necesita la intuición de la verdad y de su búsqueda. De sostenerla cuando se la posee. Necesita de autistas.