Las prótesis del autismo.

Frente a la pérdida de un miembro o una parte del cuerpo, es frecuente hacer y colocar prótesis. Estas intentan suplir la función o disimular la pérdida.
El cuerpo asimétrico, su incompletud, genera ansiedad y pavor. No solo por vivir en una sociedad de cuerpos prototípicos, estética y productivamente capaces, sino por la exclusión que se experimenta al no mantener una semejanza con el modelo que deberíamos ser.

Cuando la discapacidad es del desarrollo, como en el caso del autismo, también se percibe la “falta” en comparación con la mente prototípica o “normal”. Los cuerpos y mentes distintos deben ser reformados, reorientados hacia lo modélico, ya sea por adición o sustracción.
Comparada con la mente típica, la autista se verá como deficitaria debido a su divergencia en la orientación temporal y en las metas de una vida, típicamente productiva. A esto se le denomina “déficits en las funciones ejecutivas”. En una sociedad que privilegia la vida activa sobre la contemplativa, la valía de una persona se mide por los resultados, los productos obtenidos, y su cuantificación.

Algo similar ocurre con el manejo de la actividad y la duración de su realización, tanto si está relacionada con nuestros intereses profundos como con las tareas cotidianas, académicas o laborales. Dada nuestra mente monotrópica, nuestro procesamiento es secuencial, es decir, hacemos una cosa a la vez, considerando tiempos de transición entre una actividad y otra. La sociedad neuronormativa exige procesos paralelos, múltiples actividades desarrolladas simultáneamente, lo que se denomina “multitasking”. Al no ser diestros en este tipo de labores, se nos juzga como poco flexibles y lentos.

Desde lo psicológico, las sobrecargas sufridas a nivel sensorial, cognitivo y afectivo determinan diversas formas de colapsos (meltdown, shutdown, burnout), estrés crónico, problemas mentales (principalmente ansiedad y depresión, aunque no de forma exclusiva), y trauma. No es raro que el autismo sea considerado un trastorno mental, ya que la sociedad neuronormativa coloca la culpa en el sujeto autista, incapaz de cumplir con los estándares y ajustes, ocultando la verdadera responsabilidad: la falta de equidad en las demandas de la sociedad, y la imposibilidad de alcanzarlas.

Se proponen diferentes intervenciones desde lo ocupacional, educativo y psicológico, tratamientos que buscan generar una suerte de rehabilitación y, en el mejor de los casos, una serie de prótesis mentales. La adquisición y desarrollo de las funciones ejecutivas para aspirar al éxito; la flexibilidad donde antes había obcecación; la realización de tareas de manera simultánea y superficial; y diversas herramientas cognitivas, conductuales y regulatorias, concebidas desde la mente “normal” para enmascarar el sufrimiento psíquico, para excusar la íntima convicción del fracaso de nuestra neurología y naturaleza afectiva.

Al revisar cualquier intervención o terapia en cada dominio de la vida autista, se percibe la prótesis, el repuesto que intenta parchear una maquinaria defectuosa. Se busca girar hacia la rectitud, el camino que conduce a la Norma. Se constata, por ejemplo, la ausencia de toda inquietud por lo que pensamos o sentimos sobre nuestro ser en este mundo. No hay un análisis existencial como parte de las terapias propuestas, porque la vida autista parece estar ausente de las preguntas humanas fundamentales: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?

Un enfoque neuroafirmativo, que afirme la vida autista, deberá superar estos vacíos, cambiando el ideal prostético por la valoración de nuestra forma de percibir, sentir y estar, de nuestro ser. Se debe comprender la discapacidad justamente en la imposibilidad de permitirnos fluir desde el desarrollo atípico del cual somos parte en la corriente humana.
Una psicología que aspire a superar sus orígenes capacitistas tiene el deber ético de pensarse lejos de la prótesis, en el conocimiento y cuidado de nuestra mente, habitada por su propia luz, ensombrecida por sus auténticos conflictos. Todo el saber humano nos mantiene esta deuda.
Toda herramienta dada debe ayudarnos y no solo pretender aliviar la herida siempre reabierta por la sociedad y sus barreras.

Mientras, en tanto vas dejando caer toda forma postiza, todo lo innecesario para un cuerpo y una mente que también podrían ser bellos y valiosos, repítete estos versos de Rilke, de su “Libro de las horas”:

“Deja que todo te suceda: la belleza y el terror.

Solo sigue adelante: ningún sentimiento es definitivo.

No dejes que te aparten de mi lado.

Cerca está la tierra

llamada Vida.

La reconocerás

por su gravedad.

Dame la mano.”

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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