Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) van desde la ausencia de alimentación hasta hacerlo de forma descontrolada. Estos son: la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno por atracones, y el trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria (usualmente conocido como ARFID, por sus siglas en inglés).
Numerosos estudios establecen una coocurrencia importante entre el autismo y los TCA. Uno de ellos encontró una sospecha de autismo en el 27.5% de mujeres jóvenes que buscaban tratamiento para un trastorno alimentario; el 10% tenía un diagnóstico de autismo previo, y un 17.5% adicional obtuvo un diagnóstico de autismo mientras estaba en tratamiento. Otro estudio establece una coocurrencia de hasta un 37%.
Este último estudio es especialmente importante, pues es dirigido por Kate Tchanturia, una autoridad en el tema de los TCA, quien en una reciente entrevista afirmó: “Solo puedo disculparme con los pacientes a quienes no reconocí su autismo”. Con esta afirmación, busca señalar no solo la significativa coocurrencia entre TCA y autismo, sino también la necesidad de un tipo de tratamiento especial que considere sus dimensiones cognitivas y socioafectivas como parte del éxito en la superación del trastorno alimentario.
De los TCA, tanto la anorexia como la bulimia aparecen con mayor frecuencia en el imaginario. Cuando nos enfrentamos a esta coocurrencia, debemos considerar, en principio, dos aspectos especiales en el autismo: la interocepción y el trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria (ARFID).
La interocepción es el sentido que nos permite reconocer e interpretar señales internas de nuestro cuerpo. Por ejemplo, ciertos movimientos estomacales o sequedad en la boca y asociarlos al hambre o la sed. Muchos autistas presentan problemas interoceptivos. No comer o no hidratarse adecuadamente está en relación, en estos casos, con percibir mínimamente o no percibir ninguna sensación asociable a estas necesidades básicas y vitales.
Presentar un perfil sensorial atípico también es altamente común en el autismo. Una mayor o menor reactividad ante los estímulos, respecto de la media poblacional, conduce a respuestas diferentes hacia las cuales el entorno manifestará usualmente interpretaciones erradas. Aquí, el ARFID debe ser considerado como una posibilidad mayor respecto de la población general cuando se trata de un TCA.
Es importante establecer algunas diferencias respecto del ARFID y otros TCA. Tiende a iniciarse en la infancia y no comporta distorsiones en la percepción de la imagen corporal. La evitación de los alimentos no guarda relación con su contenido calórico o cualquier consideración dietética.
La (híper)selectividad alimentaria, y aquí la importancia de una consideración inicial para el autismo, puede estar relacionada con la sensación producida por los propios alimentos. Los autistas podemos rechazarlos en función de su color, textura, sonido al masticarlos, aroma, temperatura, etc.
Otro factor es la dimensión visual de su presentación. Recordemos nuestra desarrollada atención a los detalles y el establecimiento de patrones, la necesidad de marcos perceptuales estables. Una simple mezcla de arroz con el guiso o la ensalada puede determinar el rechazo. En esta línea se encuentra también nuestra necesidad de constancia y sentido del ritual. Si la hora cambia, si las escenas previas varían, si las personas alrededor de la mesa cambian o si un extraño aparece, se preferirá evitar el alimento. Los patrones de preferencia establecidos en una necesaria secuencia de predictibilidad serán determinantes para muchos de nosotros: los mismos tipos de comida, en determinada hora, bajo la misma presentación, serán garantía de seguridad al momento de comer. Alimentos nuevos serán, en principio, rechazados.
En un especialista capacitado en TCA pero poco entrenado en autismo, el curso del tratamiento a seguir puede ser nefasto. Estas coocurrencias aparecen mayormente en mujeres, y presuponen, además, formas de enmascaramiento y de camuflaje que pueden hacer más desconcertante la presentación del TCA y la respuesta al tratamiento. La tentación y posterior seguridad de ver una anorexia nerviosa sin otra consideración interoceptiva, sensorial o del procesamiento cognitivo es muy grande. E incluso si lo fuera, la forma de intervención requerirá de otros cuidados y procesos.
Como hemos insistido, toda intervención en autismo debe tener un enfoque informado en autismo. Todo profesional que trabaje con TCA debe conocer esta alta incidencia para poder considerar las probables detecciones de autismo. Estamos hablando de temas de vida o muerte: esto no es ninguna metáfora.