Sobre la hiperempatía en autismo.

Desde hace algún tiempo, escuchamos la afirmación: “los autistas somos hiperempáticos”. Hemos pasado de la negación de la empatía autista a la sobreabundancia de la misma. ¿Esto es así?
La empatía se refiere a la habilidad para percibir y comprender estados mentales y emocionales en los demás, lo cual puede acompañarse de una preocupación por su bienestar.

De modo estándar, podemos descomponerla en tres dimensiones:
1. Empatía cognitiva (toma de perspectiva): es la habilidad para “leer” en el otro, a través de sus gestos, entonación y otras señales, estados mentales, sentimientos y emociones.
2. Empatía afectiva (excitación empática): es nuestra respuesta emocional desencadenada por la percepción de la emoción del otro, la resonancia emocional.
3. Preocupación empática: es la motivación para cuidar del otro.

¿Cómo se da el proceso de la empatía o qué características propias tiene en el autismo? En primer lugar, como con tantos otros procesos, el monotropismo es clave. Nosotros procesamos privilegiando un tema, en un solo canal, a la vez. Probablemente, privilegiemos una parte de las señales en nuestra interpretación. Al contrario, una mente politrópica captará de modo secuencial una mayor cantidad de señales a procesar. Esto puede verse, por ejemplo, gracias a nuestro procesamiento en detalle, en la focalización de una parte del rostro. Por eso nuestra empatía cognitiva (ligada al lado cognitivo de la teoría de la mente) es atípica respecto de la neurotípica.

Aproximadamente el 50% de los autistas presentan, en coocurrencia, alexitimia. Las dificultades para reconocer y nombrar las propias emociones van de la mano con la capacidad para hacerlo en los demás. Así, un autista alexitímico presentará mayores retos en la experiencia global de la empatía frente a un autista no alexitímico.

Algunos autistas manifiestan una “empatía condicional”, es decir, depende de hacia quién se dirija. Muchos refieren una particular vivencia de la empatía hacia sus seres más cercanos, otros autistas y animales. Respecto de quienes se alejen de estos círculos, las posibilidades de la experiencia empática serán menores.

Numerosos estudios sugieren un mayor rendimiento en la empatía afectiva en los autistas. Justamente, acaba de aparecer un estudio sobre la empatía en niños autistas. En él se describe una sobreexcitación emocional como respuesta al sufrimiento físico del otro. La excitación empática (empatía afectiva) fue mayor en el grupo autista respecto del neurotípico, reflejada en una mayor dilatación pupilar y en una menor duración de la observación del sufrimiento del otro.

Esto se relaciona con otros hallazgos, por ejemplo, una mayor hipersensibilidad ante las amenazas que puedan desencadenar disturbios emocionales en los autistas, por lo cual la evitación de la atención es una estrategia para reducir la sobreexcitación y el displacer.

Ahora bien, tener una mayor sensibilidad en la empatía afectiva aún no significa ser hiperempático. La hiperempatía es una respuesta (problemática) sobredimensionada ante las emociones o problemas del otro. Afecta el bienestar de quien la experimenta.

En el componente motivacional de la empatía, en la disposición al cuidado del otro, los autistas vamos un paso más allá y tendemos a hacerlo efectivo, es decir, nuestra conducta tiende al altruismo y se expresa en la búsqueda de soluciones ante las dificultades de quienes son parte del foco de nuestros afectos. No poder encontrar una solución puede llevar a una preocupación desmedida, enfrascándonos en un círculo del cual puede sernos difícil salir y configurando una respuesta hiperempática. Una donde la persona se pospone por el bien del otro, incluso en detrimento de su bienestar o postergándose sostenidamente frente al cuidado de los demás, como si el cuidado de sí dejase de ser importante, sintiéndose incluso culpable cuando ocurre.

Un tema no menos importante es nuestra mayor disposición al estado de hiperalerta, en relación con perfiles sensoriales atípicos donde la percepción de amenaza, como hemos señalado líneas arriba, se encuentra más presente. El trauma es un factor importante también para un mayor estado de alerta. Como señala Amy Marschall, si he sido dañado de modo traumático, estaré más atento a las emociones del otro para tratar de predecir cuándo potencialmente podemos sufrir algún otro ataque o evento doloroso.

La empatía es un espectro. Es tan errado señalar que todos los autistas somos hiperempáticos como manifestar la existencia de un déficit de empatía en el autismo. Tampoco es correcto afirmar que las mujeres autistas son hiperempáticas en general o que lo son por naturaleza en relación con los hombres autistas. No hay una diferencia entre el cerebro masculino y femenino en general (como han mostrado los trabajos de Gina Rippon) y tampoco en el autista en particular. La diferencia esencial es la manera en la cual hombres y mujeres somos socializados. El énfasis en el ejercicio de habilidades empáticas -socialmente consideradas como más “femeninas”- explica esta predominancia en cuanto al género.

Sí podemos afirmar un procesamiento atípico de la empatía en la forma en que identificamos la emoción de los demás (ligada a nuestro monotropismo pero también a la evitación ante la amenaza o el dolor), nuestra interpretación, cómo resuena en nosotros (produciendo una mayor activación emocional) para motivarnos hacia el cuidado del otro (privilegiando la búsqueda de soluciones). Es en la interpretación y motivación donde puede aparecer la respuesta hiperempática.

Contrario a la opinión popularizada por una mala academia, no tenemos un déficit empático; procesamos la empatía de modo distinto. No sentimos menos, más bien, sentimos más. Muchas veces este sentir por los demás es intolerable y necesitamos ayuda para limitarlo y volver al propio cuidado. Quien crea que ser autista significa estar centrado en uno mismo sabe poco de autismo o no ha conocido autistas.


Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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