Hacia los años sesenta, diversos movimientos de usuarios psiquiátricos empiezan a diferenciarse de la antipsiquiatría. Surgen el Insane Liberation Front (Frente para la Liberación de los Locos) y el Mental Patients Liberation Project (Proyecto para la Liberación de los Pacientes Mentales), entre otros.
En 1978, Judith Chamberlain publica A nuestra manera: alternativas al sistema de salud mental controladas por pacientes, texto fundacional para la creación del Movimiento de Supervivientes de la Psiquiatría. Este texto será la piedra angular del Orgullo Loco (Mad Pride), movimiento de justicia social que reivindica desde 1993 la identidad “loca” de los usuarios del sistema psiquiátrico.
El movimiento autista, surgido a inicios de los noventa, es el antecedente más claro del movimiento de la neurodiversidad. Jim Sinclair es el primer exponente en oponerse a una cura para el autismo, descartando la idea de verlo como una enfermedad y reivindicándolo como una variación plena en dignidad y derechos de la naturaleza humana. Su ensayo No sufran por nosotros de 1993 es el punto de partida de la narrativa del movimiento autista. Sinclair funda, junto a Kathy Grant y Donna Williams, la Autistic Network International, la primera organización plenamente autista.
El movimiento de la neurodiversidad emerge también del modelo social de la discapacidad, presentándose actualmente desde una perspectiva social y relacional. Sin embargo, en relación con los movimientos de usuarios psiquiatrizados, el nexo es difuso. También lo es con movimientos por la discapacidad que adoptan una clara interseccionalidad, es decir, que consideran variables como raza, género, clase y cultura como factores determinantes de una mayor exclusión y opresión.
Así, se corre el riesgo de crear una versión descafeinada y funcional al sistema capacitista. «Neurodiversidad lite» hace referencia a una forma de concebir los conceptos del paradigma de la neurodiversidad y las reivindicaciones de su movimiento desde una posición ingenua y voluntarista. Mezclado con pensamiento positivo, venden una versión edulcorada y eufemística de nuestras dificultades, tratando de minimizar la dimensión social de la discapacidad y nuestra experiencia subjetiva de la misma.
Uno de los movimientos más potentes, del cual el movimiento de la neurodiversidad debería aprender lecciones para la acción, es el de Justicia Discapacitada (Disability Justice). Este movimiento de justicia social pone el énfasis en la opresión de los discapacitados en un sistema capacitista, tomando en consideración otras formas de opresión (interseccionalidad). Este enfoque es concebido por un grupo de mujeres discapacitadas, racializadas y queer. Desde sus propias experiencias de marginación, donde la exclusión se ve reforzada por su raza, género y orientación sexual, conciben diez principios que considero necesarios para el movimiento de la neurodiversidad:
1. Interseccionalidad: considerar el impacto de los privilegios y la opresión respecto de las identidades de los individuos y cómo se refuerzan entre ellas.
2. Liderazgo del más afectado: en un contexto de opresión específico, quien tiene la voz de esa experiencia es quien la vive. No podemos hablar por los autistas afrodescendientes sin serlo, por ejemplo.
3. Política anticapitalista: el individualismo y la valoración de la persona en función de su productividad acrecientan la experiencia de marginación y opresión.
4. Solidaridad entre movimientos: justamente lo planteado en este texto: compartir experiencias con otros movimientos de justicia social y buscar hacer causa común.
5. Reconocer la totalidad: cada persona es un todo en cuanto a su historia y experiencia de vida.
6. Sostenibilidad: buscar el sostenimiento, individual y colectivo, fijando un ritmo propio.
7. Compromiso con la solidaridad entre discapacidades: el aislamiento socava la liberación colectiva.
8. Interdependencia: retornar a una idea de comunidad donde cada uno depende del otro, denunciando el mito individualista de la independencia.
9. Acceso colectivo: aportar flexibilidad y creatividad (como personas discapacitadas de color, negras y queer) para ir más allá de la normatividad de quienes están capacitados mental y físicamente.
10. Liberación colectiva: “Ningún cuerpo ni mente puede quedarse atrás; solo avanzando juntos podremos lograr la revolución que necesitamos”.
Como vemos, cada uno de estos principios puede aplicarse al movimiento de la neurodiversidad, en especial para quienes dentro del mismo sufren una mayor opresión debido a sus identidades raciales, culturales, de clase, religiosas, migratorias, sexo-genéricas, físicas, etc.
Dentro de la exclusión puede haber privilegios para algunos y mayor opresión para otros. Un movimiento desconectado, no consciente de esto, corre el riesgo de representar inadecuadamente a sus miembros y de lograr soluciones parciales e insatisfactorias. También corre el peligro de no lograr nada y ser usado y tokenizado (en pequeñas y decorativas concesiones) por el sistema capacitista.
Para evitarlo, es necesario entender el “nada sobre nosotros sin nosotros” en su dimensión real, alejándolo del simple eslogan. Esto implica comprender el dinamismo esencial de todas las diferencias internas que conforman ese “nosotros”: dentro de la identidad neurodivergente, dentro de la identidad colectiva autista, existen otras identidades, rostros del privilegio o de la exclusión.
Necesitamos mentes y cuerpos libres para ser en cada identidad y diferencia, liberados en su dignidad humana y particular.