Para este 2 de abril, con motivo del Día Mundial para la Concientización sobre el Autismo, la ONU ha propuesto el siguiente tema: «Transformación: hacia un mundo neuro-inclusivo para todos». De esta manera, se coloca el énfasis busca cambiar la narrativa del autismo, dejando atrás paradigmas de cura y «recuperación» para pasar al paradigma de la neurodiversidad, focalizándose en la aceptación, en dar adecuaciones y ajustes, incluir a las personas autistas y abogar por sus derechos.
Si bien desde hace muchos años dejé de utilizar el término «inclusión» para pensar en términos de «convivencia», es innegable que la elección del tema para este año, tanto en el fondo como en la forma, supone un avance significativo en el discurso oficial respecto del respeto a los derechos y dignidad de la comunidad autista.
Cambiar la narrativa y práctica del modelo médico para centrarnos en el paradigma de la neurodiversidad enfatizar que no existe un tipo de cerebro mejor que otro y que la idea de un tipo de cerebro-mente «normal», al que se deba de aspirar, es una ficción socialmente construida que nos aleja del reconocimiento del potencial enriquecedor de la diversidad humana.
Sin negar la discapacidad ni la necesidad de dar los apoyos y ajustes que cada persona requiere, el paradigma de la neurodiversidad se aleja del modelo de la deficiencia, del considerar al neurodivergente, al autista, como una versión defectuosa de lo neurotípico, afirmando el valor intrínseco de toda existencia humana por su sola estancia en el mundo. Así, pueden ser reconocidos los valores, virtudes y talentos de cada persona autista, no bajo un esquema de productividad o competencia, sino bajo uno del ser. La persona no es valiosa por lo que hace sino por lo que es, por aquella humanidad que nos une atravesando cada diferencia. Aquella que cuando es aceptada y estimada genera lazos de aprendizaje y convivencia genuina.
Estar del lado del paradigma de la neurodiversidad es estar del lado correcto de la historia. Toda historia es una narración, una presentación de eventos, de hechos. De una sociedad o de un individuo. El relato de una vida transcurre entre aquellos elementos permanentes e inalterables y lo variable. El autismo es parte de los primeros, es aquella parte de la identidad que es inmutable, pero, al mismo tiempo, genera una manera de percibir y estar en el mundo con diversas vivencias que irán cambiando la vida. Aquello que resuelve estas dos realidades, que las une, es nuestra identidad narrativa: somos la historia que nos contamos sobre nosotros mismos.
El lado correcto de la historia es aquel donde la sociedad construye un orden para el respeto de la diferencia, de las neurodivergencias, de la discapacidad, realzando el valor de cada uno, la conciencia de cada uno, los apoyos y talentos en cada uno. El discurso y la práctica del paradigma de la neurodiversidad crea esa tierra litoral. Esa dimensión de lo permanente y lo variable que se une en la narración de quien puede decir «yo» -a través de la voz, la seña, la escritura, cualquier forma alternativa- para contarnos su historia, su deseo. Uno que no pueda ser ya arrebatado.
Muy interesante el lanteo de este artículo.