Fue de Theo Peeters de quien por primera vez escuché hablar de «cultura del autismo». Heredero de la filosofía TEACCH de Schopler y Mesibov, avanzó un poco más que ellos, quienes aun viendo un paralelo antropológico entre el autismo y lo que define a una cultura, no pudieron diferenciarlo plenamente de la noción de «trastorno».
La cultura, sus formas y normas imprimen fuertemente la manera en cómo percibimos e interpretamos el mundo. Cómo categorizamos la realidad. Cómo sentimos y qué pensamos, cómo nos comportamos al reconocernos semejantes y unidos por profundas significaciones con quienes también habitan y han nacido en un universo de símbolos compartidos. Como ser peruano y más, concretamente, limeño, en mi caso. Pero es así -también- como los sordos se definen a sí mismos como una «cultura».

El «dilema de la doble empatía» de Damian Milton y los experimentos que se han generado a partir de sus reflexiones, demuestran los autistas se comunican mejor (y eficazmente) entre sí mismos que con los neurotípicos. Siguiendo esta pista, la Dra. Monique Botha, investigadora autista, ha estudiado el sentido cultural que dan los autistas a las comunidades que forman entre ellos. Ella reconoce tres elementos que las cohesionan: 1) pertenencia (dado por el sentido de similaridad entre unos y otros); 2) conexión social (la experiencia de amistad que se forma entre ellos) y 3) conexión política (el sentirse identificados con los objetivos de equidad social de la comunidad autista). Elementos de lo que Sara Sanders ,también investigadora autista anota en su definición: «La cultura autista es una cultura construida en torno a las formas de hablar, pensar y actuar que son naturales para las personas autistas, o que han sido creadas en comunidades autistas».

Hay una cultura autista, en primer lugar, desde el momento que existen tradiciones y celebraciones creadas por ellos; vocabularios y formas de expresión, de comunicación alternativa o multimodal; arte por autistas (narrativa, poesía, música, teatro, etc.) donde exploran motivos propios; formas de ser y de vivir que forman un acervo. Pero también, es una cultura en la aspiración de universalidad al reconocerse como pertenecientes a un neurotipo distinto que imprime en ellos la forma como procesan y están en el mundo; en la manera en la que forman parte de las aspiraciones y luchas de movimientos de justicia social por los derechos de la discapacidad y de la neurodiversidad; en el sentirse menos solos, menos extranjeros al saber una comunidad de semejantes, una tierra litoral de cercanías y distancias, presencial o virtual: «autista». Donde señalar en el mapa, desde donde se empieza.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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