¿Las personas autistas tienen comportamientos cercanos a lo que llamamos “malcriadez”? ¿Es toda conducta en ellas achacable a su tipo peculiar de procesar el mundo y a la divergencia en el procesamiento sensorial de los estímulos?
Las respuestas, respectivamente, son sí y no.
Los “problemas conductuales” en el autismo no son mayores que los de la población en general (fue lo que no supieron ver con nitidez el conductismo ni el ABA). Las llamadas “dificultades conductuales” son, en realidad, producto del desconocimiento, para ellos, sobre cómo opera nuestro mundo: la persona con autismo tiene dificultades para saber cómo ajustarse a una situación dada, para saber, pragmáticamente, cómo debe de actuar. Tenemos, entonces, en principio, un desconocimiento de los esquemas y guiones que rigen la vida cotidiana neurotípica.
A esto podemos añadirle diferentes tipos de procesamiento sensorial: hipo-sensibilidad o híper-sensibilidad. Son frecuentes los berrinches y las pataletas, las disrupciones ante hechos como oír el timbre una escuela, sentir la etiqueta de una camisa, el olor de la comida del compañero, la textura de las menestras, etc.
Sin embargo, una persona autista también es la historia detrás de él, su personalidad, su experiencia de vida, etc. Ninguna persona neurodivergente es idéntica a otra aunque compartan similar condición. Y cada cual puede tener conductas adaptativas o inadaptativas.
¿Cuál es la frontera entre un niño autista que transgrede un límite por dificultades de comprensión del entorno y la de aquel que, como cualquier niño de quiere transgredir el límite porque sí? El límite, salvo que se trate de un problema estrictamente sensorial, muchas veces será más que difuso. Se trata de poner límites y de hacer conocer las consecuencias como haríamos con cualquier niño: con firmeza no exenta de cariño. La diferencia crucial es que al niño autista debemos hacerle entender del por qué se le llama la atención, del por qué se le pone un límite. Si su acción fue por transgredir, nunca está de más comprender las normas; si su acto ocurrió por un desconocimiento de cómo comportarse, ahora lo sabrá. Lo esencial es comprender para evitar frustración.
Como señala Temple Grandin en su libro The way I see it, hay que saber diferenciar entre comportamientos propios del autismo que requieren acomodación al contexto y mala conducta donde el Autismo/Asperger no es una excusa. Manipular a otros, tomar objetos que no son suyos, comer de manera inapropiada, etc., son ejemplos.
Se nos dirá que muchas de lo que llamamos “mala conducta” o “malcriadez” está adscrita al modo de ser neurotípico y que siempre hemos abogado por respetar la forma de ser neurodivergente y no cambiarla sino entenderla. No estamos diciendo lo contrario. Pero si queremos trabajar en pro de la convivencia y lograr nuevas formas de vida donde las habilidades sociales incluyan también las manera neurodivergentes, siempre hay universales que implican el respeto y el cuidado del otro y que no ha de ser transgredidos.