El autismo como espectáculo.

La semana pasada empezó en el Perú un debate que ya se da en otros lados: la representación de papeles autistas hechos por actores autistas. A escala mundial, no hace mucho se dio en el caso de la película «Music» de Sia donde se contrató a una mujer neurotípica para hacer de autista.

En el mundo actoral se conoce como «blackface» al hecho de maquillar a un actor blanco para que desempeñe un papel de afro. Actualmente, esta práctica se reconoce como una forma de racismo; un papel afro debe ser desempeñado por un actor afro. En el mundo actoral no se suele contratar actores neurodivergentes o discapacitados para desempeñar los papeles que hacen referencia a sus vidas.
Como en otras situaciones, no lo reconocemos como una forma de discriminación y de exclusión. El capacitismo es algo interiorizado y poco evidenciado. Se asume que estas minorías no son «capaces» de actuar. En este tipo de mundo casi nadie conoce o busca o imagina la existencia de actores autistas.

Los actores neurotípicos copan el mercado. Es otra cara de lo normativo. Los papeles de personas trans, por ejemplo, suelen ser hechos no por actores trans sino cisgénero. Y no es que no existan. El que las minorías tengan representatividad actoral tiene que ver no sólo con un tema de acceso al trabajo en una realidad donde el actor neurotípico es hegemónico sino, además, con el respeto en la construcción del personaje. Los personajes autistas hechos por neurotípicos terminan siendo producidos en base a estereotipos, prejuicios y clichés de lo que es un autista (como si hubiera una forma canónica de serlo, además).

Los personajes autistas que responde a un estereotipo pueblan, cada vez más, las comedias. No es necesario decirlo -como bien apunta el crítico cultural autista James MacGrath-, se ha hecho como una «marca» reconocible de lo que es ser autista. Y estos personajes perpetúan no sólo estereotipos sino prejuicios (que derivan en discursos de odio, posteriormente, piénsese en el uso de «autista» como insulto y de dónde salen tantos prejuicios que lo alimentan) y marginalizan (más) a esta neurominoría.
El autista como espectáculo: está para reírnos de él o para admirarlo y compadecerlo como a un genio torpe. El autista como bufón de estos tiempos de redes y consumo simultáneo.

«No te lo tomes a mal, es sólo una broma», dicen muchos cuando se hace hincapié en la burla a la que mueve el personaje así creado. Lo mismo dice el acosador en el patio de recreo, lo mismo en todos los casos de bullying. «Lo importante es que sea un buen actor», también, para justificar neurotípicos como autistas, asumiendo que no hay buenos actores autistas. Acoso y marginalización. Los autistas no son Rain Man ni Sheldon Cooper. No los podemos conocer a través de estas máscaras, debemos conocerlos a ellos y dejarlos que nos cuenten su historia, en lo cotidiano y en cada historia que sea narrada sobre ellos, por ellos.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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