Los autistas somos en buena parte asincrónicos. Antes, mucho antes de saberme autista, durante la época universitaria, recuerdo que me gustaba describirme así. “Asincronía” alude a la falta de coincidencia temporal entre hechos. Una “clase asincrónica”, por ejemplo, ocurre en un momento distinto al cual yo la veo. Si bien refiere a eventos y no a personas, poco importa. Así aún me defino yo.

Desde la infancia hasta mi adultez temprana me sentía “viejo”, o más viejo de lo debido si tomáramos mi edad cronológica. De allí la sensación de asincronismo, de estar descentrado de mi tiempo. En la escuela me llevaba mejor con los profesores; en la universidad, salvo excepciones, también.
No solo me refiero a la sensación de extrañeza constante, de sentir la expresión de mi cuerpo y mente como distintos al prójimo. También lo es conversar, con quiénes compartir la información sobre mis intereses y gustos, siempre tan distintos a los de mis pares. Acaso no mejores ni tampoco populares.

Conversando con mi colega, directora de tesis y, esencialmente, amiga, Mamen Horno —quien es también autista—, me refería esta misma sensación de extrañeza temporal durante gran parte de su vida, aunque con un matiz presente: sentirse hoy más joven, más que en los tiempos relacionados a la juventud cronológica. Le mencioné aquella canción que escucho, sobre todo en mis cumpleaños, “My back pages”, de Bob Dylan, cuyo estribillo reza: “Ah, but I was so much older then / I’m younger than that now”. (“Ah, pero entonces era más viejo / ahora, en cambio, soy más joven”).

Siempre lo repito, sin la consciencia exacta de la constatación de Mamen, cuando afirmo sentirme más joven hoy. Como antaño, las cifras no cuadran: antes me relacionaba con mayores y hoy lo hago, a veces, mejor con quienes son menores que yo. Asincronía. Intemporalidad y mayor ligereza. Me siento más cerca de las tardes de infancia que de la grave estantigua de la adultez.
Creo que este proceso se extiende más allá de Mamen y de mí, hacia el resto de compañeros autistas.

Cronos inexorablemente devora a sus hijos. Entretanto, el tiempo autista está asociado con la subjetiva experiencia de cada detalle de nuestros intereses, uno donde se privilegia la pasión incuantificable. Tiempo asociado a Kairós, indeterminado y donde el acontecimiento gozoso ocurre. El tiempo donde ocurre la oportunidad.
Cronos llega para todos con precisa guadaña; Kairós, en cambio, se representa con una larga cabellera en la frente y rapado todo el cráneo posterior: debes atraparlo cuando se presente, luego todo esfuerzo es ilusión. Atrapar el instante autista nos rejuvenece porque es el tiempo del asombro, como cuando objetos y palabras desfilaban novedosos. Casi eterno e invulnerable. Es el tiempo bueno.

Por Ernesto Reaño

Hola a todos y todas, soy psicólogo y lingüista. Estudié psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hice mi máster en Ciencias del Lenguaje por la Sorbonne Nouvelle Paris – III (Francia). Realicé especializaciones doctorales en la Universidad Autónoma de Madrid y la Université de Limoges. Hice mi doctorado en Ciencias del Lenguaje por la Université Sorbonne Nouvelle Paris - III (Francia). Desde el 2008 en que regresé al Perú, me a la investigación, dignóstico e intervención en Condiciones del Espectro Autista En el 2009 fundé el Equipo de Investigación y Trabajo en Autismo (EITA). Doy conferencias, seminarios y talleres en el Perú y en el extranjero y soy profesor universitario desde el 2006. En el 2007 escribí el libro “El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad.” Fui invitado a la ONU el 2 de abril de 2019 en el marco del día mundial de concientización del autismo “Tecnologías de asistencia, participación activa” como ponente en el panel “Comunicación: un derecho humano”.

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